“El espacio es la forma de nuestro
conocimiento sensorial.”
Kant
Haciendo un breve repaso a la producción escultórica que han
generado las diferentes culturas de nuestra península durante este siglo,
constatamos que la obra de los artistas vascos sobresale por su fuerza y
contundencia. Tras la aportación radicalmente innovadora que hicieron
Julio González, Pau Gargallo, Àngel Ferrant, Leandre Cristòfol, etc.
antes de la guerra, la renovación de los lenguajes plásticos de la
tridimensionalidad, durante la segunda mitad de este siglo, corre de la
mano de Oteiza, Chillida, Basterretxea, Mendiburu y Ugarte, entre otros.
En tanto que la primera generación abrió la forma y el espacio,
bajo la influencia del cubismo, y realizó una escultura pensada para los
interiores, domésticos o públicos, la segunda generación, en especial la
vasca, aportó una opción nueva, destinada a los espacios públicos y
vinculada a la industria y a los nuevos materiales, aunque sin renunciar
a los simbolismos de la tradición ni a la fuerza mítica de cualquier
monumento. Es aquí donde cabe situar el punto de partida de la obra de
Ugarte, a quien siempre he considerado urbano, que trabaja por las
calles, las plazas y las autopistas y que identifica su obra con los
procesos constructivos de la arquitectura contemporánea.
La primera vez que vi una obra de Ugarte, que pertenecía a la
serie de las Estelas, la vinculé directamente a los módulos cubilares de
macla variable de Moshe Safdie, la arquitectura que, en 1967, presentó
el sistema constructivo del Habitat en la Expo de Montreal. Ambos se
planteaban el mismo problema plástico, decían las mismas cosas y
hablaban el mismo lenguaje.
Mientras el resto de escultores de su generación desarrollaba
variantes estilizadadoras de la figuración, con mayor o menor carga
surrealista o expresionista, Ugarte decidió romper con la tradición
formalista para adoptar unos planteamientos y unas soluciones
innovadoras, de base constructivista. Así comienza lo que él define
como una larga investigación estética basada en la búsqueda de la
dimensión interior de los espacios que, de esta manera, se van
transformando en los protagonistas de su obra, una escultura que, si
bien no es habitable en el sentido físico, sí que lo es en el perceptivo, en
el sensorial y en el visual. Sus piezas son recintos, paredes, cajas,
espacios interiores que se abren al exterior y que nos permiten acceder
a unas cavidades proporcionalmente construidas y bien articuladas, que
responden a unos desdoblamientos horizontales y verticales, flexibles y
ordenados.
La base racionalista, vinculada al constructivismo, que
descubrimos en sus primeras obras (Estelas, Monolitos, Lorea, Vacíos
poéticos, etc.), se convierte con los años en una vibración, un
despliegue de formas que se identifica con títulos tan sugerentes como
Aleteo del espíritu, Aleteo del fuego, Cabello del viento, Inicio de aleteo,
etc. Inmediatamente después, Ugarte se dedica a la realización de unas
experiencias de corte minimalista en las cuales prescinde de toda
gesticulación para alcanzar lo más esencial de la forma a través de una
construcción que no hace concesión alguna a la retórica. La serie que
consagra a la viga, o columna de hierro construida con doble T, es un
ejemplo evidente. Los criterios constructivos basados en la
ortogonalidad más pura buscan la máxima desnudez formal; son unas
estructuras primarias, deliberadamente reduccionistas, elevadas a la
categoría de monumento, con vocación totémica y con una radical
voluntad de formar parte del perfil paisajístico de nuestras ciudades. De
estas vigas han salido unos castillos misteriosos, directamente
vinculados a esta racionalidad austera que combina lo vacío y lo lleno, el
muro y la ventana, lo de dentro y lo de fuera, en una precisa y sugerente
definición de los volúmenes. Unas formas macizas, rotundas, que nos
invitan a penetrar en unos espacios poéticos, ignotos, genuinamente
vinculados a la tradición vasca.
En la escultura de Ugarte es tan importante lo presente como lo
ausente, los elementos que quedan explícitos como las porciones de
espacio que deja suficientemente definidas para que el espectador
pueda participar en la concepción total de la obra.
DANIEL GIRALT-MIRACLE
Catálogo de la exposición en Can Sisteré Santa Coloma de Gramenet-
Barcelona Marzo 1994
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