Quien conozca la persona y la obra de Ricardo Ugarte de Zubiarrain (Pasajes de San Pedro, 1942), no tendrá muchas dudas en admitir que ambas van íntima e indisolublemente unidas. Su vida y su obra han corrido caminos
parejos, muchas veces silentes y undergrounds, que parecían ocultarse y
ocultarnos una obra que ha ido creciendo y alimentándose en contacto con la
gran tradición de la Escultura expresionista abstracta de postguerra (de la queél mismo es cadena y parte). Y del Minimalismo (en el que desembocó en la
década de los ochenta) , deparándonos en la actualidad una obra madura,
sobria y poética. Nos referimos sobre todo a su Escultura, porque Ugarte es
además diseñador global y artista polifacético de cuanto realiza y toca:
Escultura, Pintura, Collage, Fotografía, Poesía y Ensayo. Y lo hace además
siempre consciente de que el Arte debe y puede aportar su pequeño granito de
arena para mejorar su entorno y su historia.Es en este sentido un artista
comprometido con su pueblo y con su devenir histórico desde la intrahistoria
artística de la que el es ya realidad a finales y comienzo de un nuevo milenio.
Quizás por ello resulta también interesante e importante esta pequeña muestra
antológica que ahora se presenta. Porque en ella podemos ver y advertir,
desde sus inicios, su génesis y su proceso, sus huecos y sus aleteos, sus
anclas y castillos, sus escuadras y sus proas que se elevan hacia el cielo. Su
escultura ha sido casi siempre enhiesta y monolítica, vertical y menhiriara,
aunque tampoco hayan faltado las obras horizontales instaladas en el suelo. Su
aliado máximo ha sido, como en casi todos los escultores vascos de la
segunda mitad del siglo XX, el hierro. El hierro mondo y lirondo, oxidado en
contacto con los cuatro elementos de la Naturaleza o cubierto de pigmento
industrial, rojo y naranja. Todo es como un puro, silente, industrial, últimamente
también abierto a otros materiales como el acero, la madera y el papel
Su escultura juega tanto con el espacio interno como con el externo.
Problematiza el hueco, el vacío y el ángulo recto, para depurarlos y
estructurarlos en sí mismos, para convertirlos en poesía racional y pura, para lanzarlos al viento. Sus hierros parten de la tierra y se elevan como los árboles
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al cielo. Por eso en la mayoría de los casos piden y exigen a gritos espacio
abierto. El bosque, el monte, el jardín, la calle, la intersección de caminos y de
pueblos, el borde del mar y el cielo.Su obra, con el paso de los años se va
transfigurando y transmaterializando hasta convertirse en presencia liviana y
espiritual, como un hilo conductor que nos exige y demanda mirar hacia un más
allá inmenso y espléndido. Ricardo Ugarte, un proceso silente, coherente,
poético.
Edorta Kortadi Olano
Historiador y Crítico de Arte
Universidad de Deusto-San Sebastián
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