RICARDO UGARTE, EL POETA DE LAS FORMAS EN EL ESPACIO

Uno de los numerosos aspectos de la obra escultórica de Ricardo Ugarte que despierta nuestro interés es su evolución desde unas primeras crea- ciones racionalistas a las últimas series de «Aleteos», en las que el rigor geométrico cede paso al impulso lírico.La transición entre sus «Estelas», «Noray», «Cadenas» y «Distorsiones», de acusado matiz constructivo, a los «Aleteos» viene marcada por algunas series intermedias, como las «Loreas», «Campanas» y «Huecos habitables» que, con una base normativa aún pronunciada, anuncian el juego de ritmos y la posibilidad de variantes formales y compositivas que triunfan en los «Aleteos».


Esta libertad de volúmenes y composiciones, estrechamente unida a un acusado dinamismo, es fruto en gran medida de la transformación experimentada por el módulo ugartiano. Éste, cerrado en las primeras series - aunque con una búsqueda de la interrelación de los espacios internos y de éstos con el externo- se va abriendo tímidamente en «Loreas» y «Huecos». En
los primeros «Aleteos», el módulo, ya totalmente desplegado en el espacio, conserva aún la referencia al cuarto de corte lateral que caracterizaba a su forma cúbica, para adquirir en las últimas piezas de esa serie una formulación novedosa, desligada de su morfología originaria y basada únicamente en la necesidad de crear unos ondulantes ritmos dinámicos.


Si bien hablamos de racionalismo y normativismo en las primeras creaciones de Ugarte y de lirismo en sus esculturas evolucionadas, se considera necesario advertir que aún en aquellas más antiguas se aprecian claras diferencias con el frío normativismo que tiene como base la experimentación espacial carente de contenido expresivo. Ugarte siempre ha dotado de un significado espiritual a sus obras, incluso a las que puedan parecer basadas en un análisis más racional. De ahí que hagamos referencia a la evolución de sus formas y espacios poéticos. Formas que generan una comunicación entre los huecos y rincones más recónditos de sus piezas de hierro; espacios escultóricos que a través del repentino corte del módulo se abren al espacio envolvente del exterior o acarician llenos de libertad y vibración el desdoblamiento de las formas aladas en el espacio.

No es difícil entender este esmero -convertido en una constante de la obra ugartiana- por dotar a los espacios escultóricos de un contenido expresivo de matiz lírico, si se tiene presente que este artista ha creado una obra no figurativa que toma como punto de partida elementos y herramientas que están en la base de la tradición y cultura de un pueblo. Cultura popular a la que canta con su obra, y tradición que se preocupa por continuar, como es lógico en un escultor enraizado en su tierra vasca, buscando fórmulas y estética adecuadas a nuestra época.

Buenos exponentes de este origen son sus series de «Estelas», «Noray» y «Anclas». Esta última, de reciente creación, introduce nuevos presupuestos formales y espaciales en la escultura de Ugarte.

Surgen con las «Anclas» unos ritmos más contenidos, producto de los elementos formales que originan la obra, elementos sobrios y recios, carentes del dinamismo ondulante de las piezas anteriores. El espacio experimenta, asimismo, una mutación importante. Sin desaparecer los espacios internos, destaca fundamentalmente el juego de los perfiles y superficies de las planchas de metal con el espacio externo circundante.

El espíritu de las formas escultóricas en el espacio se mantiene en la obra gráfica del artista, que, en numerosas ocasiones, llevó a las dos dimensiones planteamientos que originalmente generaron piezas tridimensionales. Así surgieron sus series de poesía visual, las serigrafías basadas en las «Loreas», «Huecos», «Aleteos» y «Anclas», lo mismo que numerosas creaciones pictóricas que vienen a confirmar el carácter polifacético y la necesidad de
expresión a través de diferentes medios plásticos de este gran artista vasco.

Mª SOLEDAD ALVAREZ MARTINEZ,

Profesora del Departamento de Arte de la Universidad de Oviedo

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